4. RECORDAR

He ampliado una foto de Marian y la he colgado (la foto no a Marian) en una de las paredes del salón.
Luego he buscado los dardos de la diana que, precisamente, Marian me regaló mi pasado cumpleaños y me he pasado unos veinte minutos (veintidós) lanzándolos desde el sofá sustituyendo la diana de marras por la imagen ampliada de Marian.

El resultado ha sido mi cara totalmente deformada dada mi nula escasa puntería mientras Lola, la puta gata, parecía sonreír desde una esquina de la casa.

Recordar: la próxima vez ampliar una foto donde sólo salga Marian.
Recordar 2: Matar a la puta gata.

3. Al final muere él.

Nunca me han dejado.
Hasta que lo ha hecho Marian, quiero decir.
Soy un tío guapo aparte de interesante.
Sé que los feos y aburridos o, en su defecto, los que han sido dejados alguna vez, me odiarán justo después de leer estas líneas pero no es mi problema sino el de ellos, sinceramente.
Además del de ser feos y aburridos y del de haber sido dejados alguna vez, digo.
Yo no tengo ni puta idea de tocar el piano y no por ello odio a los que saben tocarlo.
Como nunca me han dejado no sé qué debo sentir así que le he preguntado a un compañero de trabajo (feo y aburrido) qué sintió cuando su mujer lo dejó. Me ha dicho que estuvo tres meses sin salir de la cama, sintiéndose una mierda cada tres minutos y medio. Que no tenía ganas de comer porque la tristeza la llenaba por completo el alma.
Y el estómago, deduzco yo.
Al llegar a casa me he bajado la película esa de Titanic por Internet porque recuerdo que Marian lloraba  a moco tendido cada vez que la echaban por la tele, con lo cual he imaginado que no era una película para descojonarte de la risa y que, en consecuencia, me pondría triste y me metería en la cama sin querer cenar porque la pena me habría invadido por completo el alma.
Y el estómago.
La película dura tres jodidas horas así que me he ido saltando partes para terminar antes.
Me imagino que me habré saltado partes mega importantes porque cuando el Dicaprio ese se muere de frío en el agua por cederle la balsa de marras a ella (que por cierto parece que tenga quince años más que él) en lugar de llorar he pensado: "Menudo payaso...".  De hecho casi me he alegrado de que no sobreviviera. Por gilipollas.
Luego me he hecho un bocata de bacon con mucho queso.


2. Dolores

Han pasado dos días desde que Marian me abandonó se fue.
Lola, la puta gata de Marian, en cambio, sigue aquí.
Lola y yo nos caímos como el culo más o menos al minuto dos de conocernos.
Odio los gatos desde que recuerdo.
Ayer me vino a la memoria el día que Marian apareció en casa con esa jodida gata blanca metida en esa especie de jaula transportanimales.
Me imagino que Lola pudo leer eso de "¡Hostiaputa! ¡Un GATO!" en algún rincón de mi cerebro.
Los gatos son condenadamente listos, dicen.
Me pregunto si Marian no se ha llevado a Lola con el resto de sus cosas por lástima y no dejarme solo del todo o porque sabía que me jodería tener que hacerme cargo de ese montón de pelo blanco al cual, por cierto, soy alérgico.

1. No eres tú, soy yo.

Marian me ha dejado.

Como se abandona a un perro en verano cuando te dicen los del Todo Incluído que no aceptan animales en su hotel.

He tardado unos treinta y cinco minutos en darme cuenta de semejante tal hecho, justo cuando, después de afeitarme y ducharme, he abierto el armario para ponerme el pantalón de estar por casa, nuestra casa, y he comprobado que aproximadamente el ochenta y cinco por ciento de su capacidad (la capacidad del armario no la de Marian) quedaba al descubierto, dejando bailando a solas a mis camisas y al resto de mi ropa.